“Juventud, noble pregón del porvenir, la humanidad toda espera por ti”, con esta frase poética escuchaba al cantautor Manuel Jiménez en el radio del cepillo en su nueva versión “Betlee” por una de las calles de Cristo Rey, en busca de por lo menos algunos de mis amigos de infancia.
Manuel Jiménez continuaba cantando en mi mente sin parar, luego de recorrer varias calles del sector y hacer paradas en las esquinas, y observar jóvenes que tal vez algunos de ellos sean hijos de algunos de mis amigos, no me interesé en preguntarles para que me aclaren la duda, ni a ellos le importo por sus posturas petulantes y, seguí mi destino. me detuve en la calle 39 y eché una mirada por uno de los callejones que tanto transité en chancletas para llegar a la calle 41 o al colegio Santa Rita o al Club de los Cachorros, pero un conductor me interrumpió mi recuerdos hermosos al tocar el pito de su destartalada guagua del transporte, imprudente, le dije entre los dientes para que no me escuchara, pero que va el irresponsable era yo, que me quede frisado en el medio de la calle para suspirar mis recuerdos y pasar revista a todas las travesuras que viví en Cristo Rey, desde la calle Pablo Sexto hasta el colegio San Pablo Apóstol.
Es una experiencia encantadora y, que suerte, desde lejos observo a un señor que siempre le pedía un “fíao” de friquitaqui con un mabí de limón en una pequeña cafetería que tenia instalada en su casa, ya no nos reconoce, porque con el avance de los años su salud esta muy deteriorada.
Un adulto salía del pequeño espacio donde tenia la cafetería, para enterarse quien observaba a su “viejo”, era nuestro amigo “Niño”. Brinque de alegría y le di fuerte abrazo, de tanto conversar nos despedimos con la alegría de volver a reencontrarme con uno de mis amigos de infancia, no sin antes expresarle todavía recuerdo que le adeudo a tu papá los friquitaqui con mabí y, solamente me dijo, "tu eres uno de lo que quebró la “cafetería” de papá”. Callé, reconociendo que mi amigo "Niño" no se esquivocaba, y acepto la deuda con su papá. Hermano Niño, cuidate y me marche del lugar.
Reflexionábamos en la poesía cantada por Manuel Jiménez y concluimos que Caminar por calles y callones de los barrios de la “gran ciudad” de Santo Domingo, no importa la hora que lo hagas, observará tantos jóvenes desocupados en cualesquiera de las esquinas, a la cual llama a gran preocupación.
Tenemos muchos años escuchando “la juventud es el futuro de la nación”, y entramos al siglo XX1 continuando con el mismo estribillo sumado a que ellos, la juventud, representan el desarrollo “definitivo” para que tengamos el anhelado empuje y bonanza económica que tanto hemos deseados, para salir del “subdesarrollo”.
No deseamos ser pesimista, independientemente de haber escuchado en una actividad dedicada a los jóvenes destacados en algunas áreas del saber, a un importante hombre de negocios decirles a los muchachos presentes “no se crean el cuento de que ustedes son el futuro del país, porque si no se preparan académicamente, ahora que tienen mayores facilidades de tecnologías y una sociedad más competitiva, se quedaran rezagados y el país no podrá contar con recursos humanos calificados para colocarse en un mercado internacional competitivo”, pero, creemos que nuestra juventud dominicana continuará, uno con otro, con indiferencia, burlas y penas, grito y risa, salud y dolor, pobreza y riqueza ante la guerra y la paz. Ellos, que se comportan tan indiferentes a todo lo que sucede en sus alrededores y cuando nos enteramos a través de estudios que el 61% de los nuevos criminales son jóvenes que oscilan entre las edades de 16 a 29 años, hemos llegado a pensar que en verdad no representaran el futuro para la patria de Duarte, Sánchez, Mella y Luperon y otros tantos héroe anónimos que tiene la Republica Dominicana.
El por qué nos expresamos tan duro con nuestros muchachos, simple, ellos no se han dispuesto a trazarse metas concretas, a pesar de sus desgracias.
Solo conversan, piensan en indumentaria de última moda, fiestas, drogas, sexo y entre otras cosas vagas que de seguro no le beneficia en nada.
Los jóvenes de los barrios, barrancones y callejones, reflejan frustraciones, no tienen autodominio, no les interesa el prójimo, ni mucho menos se preocupan por las consecuencias de sus actos. Experimentan tristeza, soledad y vacío emocional, además de sentirse agobiados por los problemas de la vida.
La perspectiva de heredar un mundo deteriorado. La atmósfera se esta quedando sin capa de ozono, en la que los países signatarios del Protocolo de Montreal, entre los que se encuentra el país, tendrán que abocarse a un nuevo calendario de cumplimiento para la eliminación de sustancias agotadoras de la capa de ozono, adelantando de 10 a 15 años, las temperaturas son cada vez más elevadas por causa del efecto invernadero, se están talando las exuberantes selvas y bosques en el mundo, el aire apenas se puede respirar y el agua cada día es mas escasa y los ríos depravados con las extracciones de arenas, hace que nos preguntemos si la juventud tendrá un futuro. El desconcierto es indescifrable cuando descubrimos que ellos son el porvenir de mañana.
La juventud de hoy se encara a problemas de envergadura. Sin ayuda, dirección y guía, su felicidad presente y futura corre peligro. Por ello, es necesario que se implementen medidas para insertarlo en la producción nacional. Fortalecer los lazos familiares donde los padres empiecen a identificarse con los hijos y que de una vez por todas se irradiquen los cocotazos, insultos, los garrotes y los intercambios de puñetazos y aruñazos entre papá y mamá, para poder tener esperanza en una juventud solidaria y preocupada por el desarrollo del país. Ojala que en la XVIII Cumbre Iberoamericana a celebrarse en San Salvador, los gobiernos puedan ponerse de acuerdos y que de ahí salgan acciones que beneficie a la juventud no sólo dominicana, sino de toda Iberoamerica.
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