MADRID.- Son militares del ejército español. Se codean con la muerte en Afganistán, el Líbano y allá donde España tiene tropas desplegadas en misión de paz desde hace varios años. Miles de ellos son latinoamericanos y defienden una bandera que no es la suya. Es la nueva realidad de las fuerzas armadas españolas. El espejo de una sociedad cada vez más multicultural en la que un 11% de la población es inmigrante.
Con la supresión del servicio militar obligatorio, conocido como la “mili”, sucesivas reformas convirtieron al ejército español en profesional y, a partir de 2002, se autorizó la entrada de inmigrantes, con una particularidad. La ley sólo permite el alistamiento a ciudadanos de países con los que España mantiene vínculos históricos y lingüísticos especiales. Es decir, prácticamente todas las naciones de la América Latina hispanoparlante y Guinea Ecuatorial, la antigua colonia española en África.
En sólo cinco años, las fuerzas cuentan con 5,440 soldados extranjeros, casi el 7% de las 80,000 personas que conforman las tropas. Por nacionalidades, los colectivos más numerosos son ecuatorianos, colombianos y bolivianos. Gracias a esta fórmula, las fuerzas armadas consiguieron reducir el gran número de plazas que cada año quedaban vacantes, ofreciendo a cambio un sueldo fijo de al menos 1.000 euros (1.300 dólares) y la posibilidad de obtener la nacionalidad española.
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