miércoles, 25 de febrero de 2009

En el ojo de la tormenta: Fuerzas Armadas dominicana



SANTO DOMINGO.-El involucramiento de militares y policías en acciones violentas de bandas de delincuentes y de los carteles de la droga, ha disparado las alarmas de una población que aterrada y preocupada hoy reclama la ‘necesaria’ e ‘impostergable’ depuración de las matrículas que conforman los organismos represivos del Estado.
Ante una realidad que no puede ser desmentida, sin embargo, confluyen muchas situaciones que convierten problemas internos en los cuarteles en crisis y episodios en que la expulsión de un jefe no significa necesariamente la solución, aunque algunos dimensionan los casos apuntando a ser relevos en eventuales cambios de mandos.
Y en ese entorno se atiza el morbo, en especial dirigido muchas veces por propios compañeros que ven en cada 27 de febrero y/o 16 de agosto la ‘ocasión propicia’ para conspirar contra el incumbente en la búsqueda de ser favorecido por un decreto que lo lleve a dirigir la fuerza.
En otros extremos, hacen coro los opositores políticos y rabiosos denunciantes de la institucionalidad, cuando no por figuras del propio entorno del poder civil partidista, que buscan connotación para tratar de seguir en posiciones privilegiadas.
RivalidadesY aunque hoy la vida en los cuarteles transcurre con menos presiones del poder político y, por ende son mucho menores las tensiones de rivalidades de oficiales y generales poderosos y temidos ñcomo en los años que siguieron la caída de la dictadura de Trujillo y hasta finales de la década de los ’70-, las expectativas de ascensos y de llegar a posiciones de altos mandos provoca no menos revanchismos, ‘serruchaderas de palos’, chismes y hasta acusaciones tras bastidores, pero que llegan a la población militar y civil a través de la nueva oleada de comunicadores pagados y expertos en la diatriba y en propalar el descrédito.
Este es el terreno fértil en que el narcotráfico ha cosechado en los cuarteles, siendo el Caso Quirino el umbral de esta última etapa de involucramiento de algunos ‘hombres de uniforme’ con el crimen organizado, en la conformación de bandas delincuenciales y contubernios con los carteles de la droga.
Cuando José Miguel Soto Jiménez, entonces secretario de las Fuerzas Armadas, advirtió al entonces presidente Hipólito Mejía sobre las operaciones de narcotráfico en que estaba involucrado el ‘teniente’ ñaunque nunca vistió el uniforme- Quirino Ernesto Paulino Castillo, el jefe del Estado y Comandante en Jefe de las Fuerzas Armadas lo abochornó diciéndole que no se metiera en eso y, como una bofetada, ascendió al narcotraficante al rango de capitán del Ejército.
Peor ejemplo no podían tener los guardias y policías.
Había, entonces, inmunidad e impunidad para convivir y negociar con el narcotráfico y el crimen organizado, entendieron algunos y lo ejecutaron a la letra.
HistoriaLa época de los complots en los cuarteles, desde la misma caída de Trujillo, en el 1961, el derrocamiento de Juan Bosch por parte de un grupo de generales, la guerra de 1965, las peleas entre los grupos que encabezaban los generales Pérez y Pérez, de un lado, y Ney Nivar Seijas, del otro, las acciones de la banda, la participación activa de los militares en las lides electorales manifestándose con pañuelos rojos en las puntas de los fusiles, pasando por la renuncia de los jefes militares que encabezaba Ramón Emilio Jiménez a mediados de los ’70, hasta la intentona de retener el poder en 1978, fueron actos de un poder militar que se imponía en República Dominicana como en toda Latinoamérica.
La democracia superó esas lacras a tal punto que el plan norteamericano -impulsado con todo vigor en tiempos del Gobierno de Jimmy Carter- tendente a diezmar y hasta pretender cerrar los cuarteles militares en el continente, no prosperó. La nueva generación de militares pensaba ya en la academia, en hacerse profesionales en carreras liberales paralelamente con su trabajo militar y así ocurrió en República Dominicana.
El caso Quirino, sin embargo, constituyó quizás ñy sin quizás- en uno de los elementos que más daño ha hecho a este nuevo proceso entre los militares, que habían logrado recuperarse de los descréditos a que los llevó la política y de una Policía que logró desembarazarse del peligro de los carteles de la droga, tras el episodio de los años ’70 con el sonado caso del coronel Descartes Pérez y con la posterior creación de la DNCD.
Fue entonces que las ejecuciones de un grupo de narcotraficantes colombianos en Paya, Baní, el 4 de agosto del 2008, encendió los bombillos rojos y el asalto a las instalaciones de la empresa Parmalat, la semana pasada, lo que activó las sirenas. En ambos casos, militares y policías fueron protagonistas, por lo que a lo largo de los últimos seis meses, interregno entre ambos episodios, la población ha fijado de nuevo escandalizada su mirada escrutadora en los cuarteles.
Involucrados: Las denuncias y escándalos en que se han visto envueltos militares y policías en los últimos meses han puesto en entredicho la misión de garantes de la seguridad ciudadana que debe regir las acciones de las Fuerzas Armadas, la Policía Nacional y la DNCD, por lo que cada episodio en que uno de los miembros de estos organismos se ve involucrado como activo de las fuerzas del crimen organizado, en vez de la imagen de guardianes del orden la sociedad, cuestiona más su papel de cara a la sociedad.
Por Ruddy González, Listin Diario.

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